lunes, 19 de febrero de 2018

Encuentros

Te deseo un buen descanso, aventurero.
Una buena cama en esta fría noche.
Que la inocencia te acompañe hasta la madrugada
y que los que atraviesan tu camino no quieran comerse tus ojos.

No regales tus canciones, inspiraciones misteriosas.
O por lo menos, tal vez quieras guardarte algún secreto.
Aquí anidan las aves más pervesas,
las mismas que  noche tras noche devoran las entrañas de Prometeo.

Aunque compartas tus sueños,
no aúlles a la luna frente a la multitud,
muchos lo verán como un grito de guerra.
Tal vez prefieras regenerarte en tu propio ritual.

Y que sólo te baste con saber
que en tu cara viven historias que no te pertenecen,
que tu vida no será solitaria,
que no faltarán los acordes.

Tal vez aprietes entre tus dedos algo de sentido.
No te asustes ni trates de conservarlo,
el sentido tiene la cualidad de evaporarse al instante.
Como este encuentro.

Te deseo un buen descanso, aventurero.
Que puedas volver a casa.


Poema de la serie "Poemas que no me pertenecen y dejé ir": poema a un músico viajero que no sabía dónde pasaría la noche ni si debía tocar sus canciones.                                                                             


viernes, 16 de febrero de 2018

Cien respiraciones

Cien respiraciones,
Barrios Porteños:
cien respiraciones
te doy.
Ciento cincuenta grados a la sombra del eclipse,
ciento cincuenta días prometedores.
Enero se hace eterno y,
a fin de cuentas, desaparece en un segundo.

San Telmo, el mercadito, la plaza.
Puerto Madero, Miami a unas cuadras, las palmeras se achicharran.
Sálvanos, Iemanjá, de los cortes de luz.
Las bicis y los tambores
de la murga del Río de la Plata
se transforman en ritual espontáneo
de los pies amarillentos y sucios de verano
que siempre caminan en busca del placer.
Bañistas temerarios
son devorados por las aguas negras
del río al que profanamos.

Cien respiraciones. Chau a mí misma.
La conciencia de ser recuerdo
cuando aún respiramos uno del labio del otro.
Amigos, sin trabajo,
el sol nos come las cabezas.
Despedidos del sistema,
nos miramos en serio
-tal vez por primera vez-
 y nos abrazamos.

Cien respiraciones en cuenta regresiva.
Me quedo sin hogar,
otra vez el mismo cuento.
Paso en un colectivo,
el obelisco arde y nadie lo mira.
Me bajo y camino kilómetros:

Ahora quiero estar sola.
Ahora quiero estar sola.
Ahora quiero estar sola.

Pasado y futuro,
pareja infame, embustera, efímera.
Cien respiraciones en picada.
Chau, pensamiento.

Te siento:

Ahora quiero que me hables.
Ahora quiera que me hables.
Ahora quiero que me hables.

Invento un hechizo,
me olvido que yo desconozco la magia del espacio.
Deseo que vos me vuelvas magia a mí,
me hagas oración en un aparatito,
que me alejes de la hoguera de estos cien Barrios Porteños.
Chau, deseo.

Un hombre me habla feo.
"Te amo", le digo.
La facultad de ingeniería,
llena de murciélagos,
testigo de mi único "te amo" en 37 años y en 26 billones de kilómetros a la redonda.
El hombre grita "loca" y sale corriendo
y recuerdo que el "te amo" es mi poder frente a los enemigos.
Lo supe desde niña.

Cien respiraciones que casi terminan,
ya cae el sol,
el viento murmura:
"Salgan de sus escondites".
La vida
latiendo como tambor y estas palabras:

"Lo estuviste esperando.
Abrí los ojos y mirá
siempre, sin su peso.
Eran las manos en la tierra,
hacer comida con los ojos
y besarte los dedos que nos arrancan
los brotes que ya no van.
Esto:
Soñás con filmar a la flor que vive un día,
cámara lenta y rápida del mundo eclipsante.
No vayas a decirme que no estamos todos haciendo poesía,
mientras cae el sol y ya no dormimos.
Mientras brillan los recuerdos en medio del apocalipsis".

Cien respiraciones,
Barrios Porteños.
Ya no quedan números.
Ya no me queda aire.


Foto: Apocalipsis Fotografía                                                                                                                     

  

jueves, 15 de febrero de 2018

Amor y otras viscosidades

Algunas mañana no te encuentro.
O me enjuago tan rápido la cara
que no tengo oportunidad
ni de mirarte.

Pueden pasar días
sin que perciba tu presencia
y que luego, simplemente,
aparezcas a cualquier hora.

Tal vez, cuando me escondo en el baño de la oficina
para no verle la cara a lo cotidiano
y miro sin querer el espejo
y te veo en el vértice de mi ojo.
A veces negra, a veces transparente.
Blanca o amarilla no es una buena señal.

La con-junti-vitis me enseñó tu amor,
hizo que te notara por primera vez.
No recuerdo bien si fue entonces que comencé a sentir placer
cada vez que te arrancaba de mi ojo...
Primero buscándote con mi uña.

Me lastimé tantas veces tratando de tenerte,
pero con los años encontré la forma de no dañarme,
de acorralarte y de levantarte con delicadeza
y de sentir cómo tu viscosidad se despegaba de mi córnea,
cómo me acariciaba en ese momento
en el que te alejaba de la zanja que es el marco de mi ojo.

Me gusta cuando te mantenés entera
mientras yo te estiro con los dedos.
A veces desaparecés sin dejar rastro,
a veces peleás contra mi manía de adueñarme de todo
y sobrevivís, elástica, a mis embates.

Diferente  o la misma.
El punto que se endurece,
la que se disuelve enseguida,
la pegajosa y alarmante,
la que se forma por las lentes de contacto,
la que nace con el rimel,
la que nace de las lágrimas.
La zarpada.

A veces simplemente terminás en mi cachete,
porque es lindo sentir esa gota fresca tocando la piel.
Otras, terminás en mi boca,
porque tu gusto es salado y siempre preferí lo salado.


"Qué poco duran las lagañas en la boca, apenas la baba las envuelvan se pierden para siempre", me dijo él. Y me despertó.
Hicimos experimentos, pegamos todas las lagañas en la pared y formamos palabras. También las intercambiamos para ver si: A- a partir de la lagaña visitante se formaba una nueva; B- si los agentes oculares salinos y activos atacaban el elemento ajeno; C- si quedaba ahí estancada.
Dejamos para el final lo más comprometido de todo: ¿sería uno capaz de comerse las lagañas del otro?
Durante 17 horas nos comimos las lagañas del otro... A veces dormíamos, para juntar nuevas lagañas y seguir experimentando, o nos delineábamos con furia para acelerarlas. También lloramos para acumular más agua estancada.
Lo peor fue cuando me enamoré, yo siempre me enamoro.



martes, 12 de septiembre de 2017

"Transmisiones espaciales II" (Poema en tres actos -simultáneos-).


Madrugada sangrienta en el edificio.
Madruga de luna grande,
de noche chica.
Madrugada inquieta,
susurros, vicios.
Nadie duerme a estas horas.
Ni la del tercero,
que camina en el techo de la del segundo.
Ni la del segundo,
que le golpea el piso a la del tercero.
En el primero, se conversa sobre la vida y la muerte.
El ascensor gruñe por los pasillos.
Las 5 AM nos encuentra a todos:
una jauría desvelada,
la desintonía entre lo natural y lo urbano
se manifiesta sin un síntoma preciso.
Una señal,
que viaja millones de años luz,
baja sobre aquel edificio.
Este desvelo colectivo -se dice-
es una oportunidad para atrapar secretos.
Este edificio -en el que nadie duerme-
no podrá callarse más.
Si tienen suerte,
la mañana será una mañana única,
en la que todos nos preguntaremos
por qué no podíamos dormir.
* * * * *
A cinco cuadras, a las 5 AM
un colectivo de la línea 10,
bajo la lluvia tibia,
recibe la señal intermitente
que viaja millones de años luz.
Las palabras se disparan en la mente del chofer:
"El beso es la forma más intensa de vínculo/
El chasquido de dedos es la forma más intensa de vínculo/
El cambio es la forma más intensa de vínculo/
El espacio es la forma más intensa de vínculo/
El beso vincula, el beso chasquea, el beso cambia (Sí)/
El espacio es un beso, eterno".
El chofer pierde el control,
arremete uno a uno contra los autos estacionados,
arremete sin freno,
los vuelve un acordeón,
los devuelve a la vereda.
La mañana será una mañana única,
en la que todos nos preguntaremos
por qué un colectivo de la línea 10 se dio a la fuga.
* * * * *
A cinco metros de ahí, a las 5 AM,
un poeta recita sus versos.
Intercepta la señal que viaja millones de años luz.
En mi parte favorita,
casualmente, el dolor de una historia
asoma en la exacta construcción de sus palabras.
Esas que le manchan la camisa.
Cada botón..., batalla perdida
ante el miedo, la ansiedad, el insomnio, la pérdida.
Y se me ilumina la cara
en la lluvia de esos ojos.
Un estruendo nos expulsa a la calle
-poeta incluido-:
ha habido un accidente.
¿Y quién sabe cuántas cosas más
en esta madrugada salvaje?
La mañana será una mañana única,
en la que todos nos preguntaremos
por qué el amor se parece a un cuarto de tortura.
Y si tenemos suerte,
ya no nos preguntaremos más nada:
las respuestas llegan, aunque tarden millones de años luz
y ocasionen un efecto en cadena.




Fotografía Apocalipsis Fotografía
Texto de la serie "La muerte puede bailar".

lunes, 11 de septiembre de 2017

Coliseo Romano

Rugen los sonidos viejos de escenarios.
Rugen de amor a la manía roja
de reproducir el espíritu de una era.
Yo entro en el juego con la inocencia de una paloma,
sin detenerme a pensar en la peligrosidad del camino.
¡Cómo me abduce la música
y me eleva sobre los límites de la materia!
Yo controlo mi estructura, mi forma,
yo me transformo en el silencio del sonido.
Pero ruge también la platea, de ira.
Los dioses antiguos, vestidos de gala,
no pueden esconder sus dientes de oro,
no pueden ocultar el placer con el que arden en la sangre.
Nos enfrentan unos a otros,
buscando un sentido a su destino trágico.
Cuando me lleven a combate final,
voy a rugir como el escenario.
No podrán decir : " Lorena le teme a la letra que no le sale".
No podrán decir: "Matamos a Lorena",
sino: "Lo que conocíamos como Lorena ha terminado".
La libertad va a rugir
en cualquier forma.



Texto modificado, original subido el 23/04/2017. De la serie "La muerte puede bailar".
Fotografía: Ale Mago

viernes, 8 de septiembre de 2017

Transmisiones espaciales

Sin música,
la pérdida de tiempo no es más que pérdida.
El tiempo es meramente tiempo.
Sin música,
la soledad de la existencia aturde,
el silencio del espacio grita...

¡Subime el volumen, nene espacial!
Saboreame con tus seis ojos,
llevame en tu nave a 4000 kilómetros por segundo
a miles de años de la luz de la cama de Avellaneda
-Buenos Aires, Argentina, América, Planeta Tierra,
Sistema Solar, Vía Láctea, Grupo Local-
desde la que siempre te soñé.
Bailemos entre lunas y estrellas,
entre basura espacial y atómica,
entre rayos cósmicos y ultravioletas,
mientras yo te como la oreja acompañante,
mientras yo me escabullo entre tus piernas.

Lo que hay entre lo amorfo de esta melodía
y la rigidez de (tu) letra
es lo único que importa: un ritual.
Todo lo demás es solamente eso:
todo lo demás.



Fotografía: Apocalipsis Fotografía.                                                                                                

Texto de la serie "La muerte puede bailar".

jueves, 7 de septiembre de 2017

Cisne Negro

Solemne, esquivo los baches.
Pero por esquivarte
termino hundiéndome
en la zanja hasta el cuello.

Un señor, amable,
se inclina caballeroso:
"Nena, date un baño en otras aguas".

Abro los ojos,
cubierta de lodo sucio y salpicada.
Lo que no es pupila
encandila su boina plateada:
"Estoy tan sucia como vos.
Tuve una vida futura".

Ágil, salgo de la zanja.
Me salen espinas de los brazos.
La piel se estría, como azulejo reventado.

Pies enormes y podridos,
bailo por la avenida,
como un animal poseído.

La gente me mira horrorizada.
Uno a uno
comienzo a pincharlos con mis espinas.

Otros, dentro de un bar,
me señalan y gritan
-me entristece que me teman-.

Yo entro y les ofrezco este baile descarnado.
Ellos lloran.

Voy a bailar alrededor de la mesa
hasta que todos pierdan los ojos.



Fotografía: Apocalipsis Fotografía.                                                                                                  

Texto de la serie "La muerte puede bailar".                                                                                      
                                                                                            

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Desencanto

Volvé a sangrar.
No te resistas.
Dale derecho, sin dispersarte,
en caída libre hacia el dolor.

Como la nave Galileo que se sumergió a 48 km por segundo en el gigante Júpiter.
Y se fundió en su atmósfera ardiente para darnos unos segundos de gloria.

No te adueñes de nada,
y menos de la gloria.
Que tu curiosidad sea más grande
que la necesidad de adueñarte de todo lo que es Otro.

Tu origen está hecho del mismo barro que se tragó al caballo de la "Historia sin fin"...
Nacemos desencantados,
con la frágil manía de sentirnos redimidos,
de volvernos animales benditos.

Pero ese cielo está desencantado.
Las estrellas se desencantaron cuando ardieron por primera vez.
Las canciones están desencantadas.
El Amor... es desencanto constante.
Coger sin amor, todavía más.
La mujer está desencantada.
Las flores coloridas, puro desencanto.
Tu Muerte me desencantó con intensidad.
Las obras de arte de todos los tiempos nos siguen hablando porque el desencanto nunca termina.
La Culpa ama al desencanto.
Dormir mucho es por desencanto, el insomnio, también.
Seguir las señales es la actividad favorita del alma desencantada.
El Miedo desencanta de a poquito.
El cine Gore es desencanto visceral.
Tu estómago es el ejemplo más palpable del desencanto.
Los audios de seis minutos, un desencanto inefable.
Los paladines de la verdad budista me desencantan hasta los ovarios.
Lo mismo que los que me preguntan qué estuve haciendo hasta ahora.
Cuando vi mi perfil por primera vez en un espejo me desencanté.
La matemática es el desencanto que explica la física de un universo desencantado.
La política es religión desencantada.
Sentir que uno no alcanza al mundo es la práctica de esa religión…
Que los colectiveros te traten mal, que la gente te trate mal, tratar mal a la gente... me desencanta.

El simio se paró, desencantado.
Su primera palabra fue para tratar de encantar su violencia, antes de enfrentarla.
Las palabras agridulces de mi madre literaria, Vonnegut, me advirtieron sobre el desencanto:
"Supongo que hay alguien allí arriba a quien le gusto".

Los astrónomos antiguos llamaron Venus al planeta que brilla cada mañana y cada atardecer en el cielo.
Nunca se imaginaron que esa belleza residía en que las nubes tóxicas reflejan la luz del sol.
La diosa de la belleza resultó ser una diosa iracunda, incapaz de sostener la vida.
Y ese desencanto, quizás nos salvó.

Uno viaja por desencanto,
uno renace por desencanto.
Uno mira con desencanto que en la maceta no crece la flor que plantó, sino aquella de la que no se sabía nada.
Uno se pregunta por qué por desencanto.
Dos galaxias se enredan en una danza de la muerte por desencanto.
Uno baila la danza del fuego por desencanto.
Uno cierra un poema, como cierra su corazón, como cierra la ventana antes de irse a dormir.

Existir es desencanto del átomo primero,
casa XIII.
La cicatriz que me atraviesa la ceja.
Punto errante, nunca infinito,
sonido ciego, sabor amargo,
única nota que desentona en la función: Mi. 

Lo único encantado son las ideas.
Lo único encantado son los dioses.
Lo que se mueve es desencanto.
Lo que sangra es desencanto.
Lo que fluye es desencanto.
Lo que se va es desencanto.
Lo que es libre es desencanto.
Lo que duele es desencanto. 

No busques ni te ofrezca como emisarios de dolor,
porque el dolor es lo único que nos pertenece,
lo único que hace libre.



 Fotografía: Apocalipsis fotografía.                                                                                                  
Texto modificado, original subido el 20/01/17. De la serie "La muerte puede bailar".                    




viernes, 21 de julio de 2017

Coliseo Romano


Rugen los sonidos viejos de escenarios.
Rugen de amor rojo a la manía roja
de reproducir el espíritu de una era.

Yo entro en el juego con la inocencia de una paloma,
sin detenerme a pensar en la peligrosidad del camino.
¡Cómo me abduce la música
y me eleva sobre los límites de la materia!
Yo controlo mi forma, mi estructura,
yo me transformo en el silencio del sonido.

Pero ruge también la platea, de ira.
Los dioses antiguos, vestidos de gala,
no pueden esconder sus dientes de oro,
el placer con el que arden en la sangre.
Nos enfrentan unos a otros,
buscando encontrar un sentido a su destino trágico.

Cuando me lleven a combate final,
voy a rugir como el escenario.
No podrán decir que Lorena M. le teme a la letra que no le sale.
No podrán decir que mataron a Lorena M.,
sino que lo que conocían como Lorena M. ha terminado.

La libertad va a rugir
en cualquier forma.






Fotografía: Ale Mago

Mochila



El bolsillo de mi mochila,
desordenado y lleno de papeles que debería haber tirado,
papeles que creí me servirían en algún momento,
me hace acordar a mí.
Tal vez, por el caos.

Soy el bolsillo de mi mochila,
sucio, con servilletas con moco,
con un caramelo que nunca comí, ¡pero cómo me gustaba!
y que se pegoteó en el fondo floreado,
que me hace enfurecer cuando debo sacar algo.

Estoy llena de entradas a museos, a cines, a espectáculos
en los que fui feliz y a los que guardo como souvenirs.
Nunca los vuelvo a mirar, son sólo una promesa.
¿Acaso el caos es promesa de vida?

Cargo folletos de descuentos,
soluciones que nunca recuerdo cuando se presenta la oportunidad,
jengibre en polvo para darme fuerza o para echarlo en el ojo de un atacante si hace falta,
como espada de Grayskull que se supone me cuida.

De vez en cuando, uno de los papeles cobra sentido.
Es el resumen de mi agenda, la agenda de la agenda.
Con suerte, le tacho alguna palabra.
Y siento un alivio que se escurre enseguida.

Me pregunto por qué no nos vacío,
¿Qué terror hay atrás de la ausencia?

Así ando, llena de promesas,
sucia por seguir acumulando,
esperando nuevos papelitos que propongan algo de caos,
algo de vida a esta vieja rutina
Así ando... sólo movida por el ritmo de las canciones
que escapan del control de sus creadores.

Hoy me duele mirar la mochila,
me duele preguntarme por qué cargo aquello que no necesito.
Por qué no vacío todo y aunque sea creo un nuevo caos.
También me duele no hablar de lo importante.
Pensar que lo que nadie sabe de mí
-sí, lo que está en el bolsillo de la mochila-
es lo que creo que no vale la pena ser hablado.

El bolsillo de mi mochila es silencio.
Del más agudo,
que revolotea por la noche,
cuando nadie me ve. Ni yo misma me veo.

Me duele mirar la mochila.
Y me duele no verme.




Fotografía: Ale Mago